Puras cosas maravillosas: una lista por completar
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Puras cosas maravillosas: una lista por completar
El Festival Cultural Universitario ITESO 2024 llegó a su fin con la adaptación de una obra de Macmillan y Donahoe, estelarizada por Pablo Perroni y dirigida por Sebastián Sánchez Amunátegui.
Óliver Zazueta
La idea de una lista de cosas lindas puede parecer una tontería o una ingenuidad, y más pensar que con esta puede combatirse una depresión profundamente arraigada. Pero cuando eres un niño de siete años y ves que tu madre intenta suicidarse, tienes licencia para ensayar cualquier remedio que tu imaginación pueda construir.
“Empecé la lista después de su primer intento, una lista de todas las cosas maravillosas que hay en el mundo, todo por lo que vale la pena vivir”. Así suena el primer diálogo de la noche. En aquella primera acometida —el 9 de enero de 1983— su padre fue a recogerlo a la escuela y simplemente le dijo a quien cuenta esta historia: “tu madre hizo algo estúpido”.
Se trata de Puras cosas maravillosas, montaje unipersonal e inmersivo en el que toda la carga histriónica recae sobre Pablo Perroni y con el cual el Festival Cultural Universitario (FCU) ITESO 2024 cerró sus actividades en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ, de esta casa de estudios. La puesta en escena es una adaptación de Every brilliant thing, original de Duncan Macmillan y Jonny Donahoe, en esta ocasión dirigida por el chileno Sebastián Sánchez Amunátegui.
Entrar al recinto y ver la disposición de las sillas para los espectadores ya vaticina que no estamos ante una obra común y corriente. Algunas están arriba del escenario, otras diseminadas por un improvisado pasillo; el resto, unas frente a otras. Perroni, vestido con playera y pantalones de mezclilla, se pasea entre las personas que ya ocupan sus lugares y les pide su colaboración al tiempo que les entrega un post-it con algo escrito. Son los primeros ítems de la lista.
—Uno, Helado; dos, Guerras de agua; tres, irse a la cama tarde y que te dejen ver la tele; cuatro, el color amarillo; cinco, cosas con rayas; seis, montañas rusas; siete, gente que se tropieza—. Todas las cosas son nombradas por el público a petición del protagonista, quien narrará su vida en paralelo al germen autodestructivo que habita en el interior de su madre.
El personaje aclara que estamos siendo testigos de una lista que superó el millón de menciones, que fue alimentada por él mismo y su entorno, que moldeó su mente y sus respuestas ante las facetas dolorosas y dichosas de la vida.
—995, empaque de burbujas; 996, naranjas muy jugosas; 997, aventarse con la bici de bajada—. En paralelo al listado, los asistentes somos partícipes de la obra por instigación del propio Perroni, quien del público saca de actores de reparto para su relato. Ahí sentados encuentra a la veterinaria que le ayudó a “dormir” a su perro Hueso Colorado, en lo que fue su primera experiencia con la muerte; al profesor que le recomendó leer la novela victoriana de tendencias suicidas Las penas del Joven Werther, de Johann Wolfgang von Goethe; al padre discreto con quien compartió el suplicio y quien le dedicó bellas palabras en su casamiento; a Sam, la chica que lo conquistó en la biblioteca, que le presentó el tema “Some things last a long time”, de Daniel Johnston, y que le ayudó con algunos renglones de su lista:
—Mil, cuando alguien te presta libros; mil uno, cuando alguien realmente lee los libros que le das; mil dos, cuando descubres algo de alguien que te sorprende pero que tiene completo sentido; mil tres, darte cuenta de que por primera vez en tu vida alguien ocupa tus pensamientos día y noche.
En medio de vicisitudes vitales como un divorcio o una muerte, y mientras descubrimos el papel que la literatura, la música y el baile juegan en la vida, de la boca del narrador surgen provocaciones que bien podrían aplicarse a cada uno de los presentes (y, por qué no, a cada uno de los pertenecientes al género humano). Por ejemplo, tener la certeza de que “si vives mucho tiempo y llegas al final de tu vida sin haberte sentido terriblemente deprimido por lo menos una vez, es probable que no hayas estado poniendo atención”; o que, “cuando eres niño es mucho más fácil ser feliz y, en cambio, ser adulto es ser consciente de las complejidades del mundo, de las tragedias, decepciones y problemas, por lo que no podemos estar seguros de poder ser completamente felices algún día”.
Y de repente, en medio de un juego de luces que ponen los acentos adecuados, de una banda sonora que habla en clave de jazz y soul, vuelven las palabras y los motivos para no retirarse del mundo de una cuchillada.
—256 mil 233, la sensación de calma que se vive cuando te das cuenta de que, aunque estás en medio de una situación desafortunada, no hay nada que hacer al respecto; 525 mil 224, el track número siete de todo gran disco; 777 mil 777, la idea de disfrazarse de luchador.
Parecería que estamos aquí no sólo para conocer una historia, sino para encontrarnos con un espejo, con nuestros propios demonios, con el pasado conflictivo, con el futuro incierto: “las cosas mejoran; no siempre se vuelven maravillosas, pero sí mejoran”, menciona el actor con optimismo en un momento para borrar esa absurda idea de quitarse de en medio.
—999 mil 997, el alfabeto; 999 mil 998, escuchar canciones inapropiadas en momentos emocionales; 999 mil 999, terminar una tarea; un millón, escuchar un disco por primera vez, voltearlo con tus manos, colocarlo sobre el tornamesa, colocar la aguja, escuchar un leve silbido y el crujir del metal puntiagudo contra la cera antes de que empiece la música.
Tras la sacudida emocional y luego de que el telón cae, tras el aplauso y ya camino a casa, es inevitable no pensar y atreverse a hacer el propio aporte a la lista de motivaciones para seguir viviendo.
Un millón uno, el rostro de emoción de tu hija cuando su artista favorita está a punto de saltar al escenario; un millón dos, el aroma del cabello de esa persona que te vuelve loco y que percibes después de un abrazo cálido; un millón tres, el olor a pan tostado con mantequilla por la mañana al lado de un humeante café; un millón cuatro, el salto efusivo de tu perro sobre ti cuando regresas a casa.
Cocinan FCU ITESO 2025
“ITESO naturalmente humanos” será el lema de la edición 2025 del Festival Cultural Universitario para invitar a una reflexión sobre cómo nuestras culturas interactúan con otras formas de vida, a explorar nuestra relación con la naturaleza y repensar nuestro concepto de desarrollo, y reconocer el papel del arte como catalizador, según reveló en la clausura la directora del evento, Maya Viesca, integrante del Centro de Promoción Cultural.
“Hemos comenzado a cocinar el festival del año que entra. Esta nueva propuesta surge de mucha reflexión sobre el corte histórico que vivimos y el papel que juega el festival para la comunidad como un espacio de reflexión constante, un pretexto para encontrarnos, poner pausa y mirar más allá del día a día”, mencionó.
Jorge Rocha, director de Integración Comunitaria del ITESO, destacó que el FCU –que en esta edición contó con 4 mil 627 participantes– se ha convertido en un reflejo de la vida universitaria en toda su complejidad y belleza, pero no solo eso, pues también es un referente de la vida cultural en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
“Este año nuestro festival fue un viaje a través de las inteligencias y la creatividad; tuvimos actividades que promovieron el ejercicio de la improvisación. La experimentación con lenguajes plásticos y escénicos, la reflexión acerca de cómo influye la inteligencia artificial en la creación artística; disfrutamos de la expresión de agrupaciones universitarias y nos dejamos sorprender por los diminutos y al mismo tiempo grandiosos universos microscópicos de la naturaleza captados por la fotografía”, expresó.
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