"La metástasis de las ciudades debe parar"
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"La metástasis de las ciudades debe parar"
Tras la emergencia sanitaria el urbanismo debe dejar de ser planeado desde arriba y tiene que reivindicar el espacio público, afirmó José María Ezquiaga, arquitecto y sociólogo, en la charla organizada por los posgrados de sustentabilidad del ITESO.
Adriana López-Acosta
Nunca como ahora pueden conmovernos fotografías de iconos del espacio público completamente vacíos: la Gran Vía de Madrid, el Zócalo de la Ciudad de México, la Plaza de la Concordia en París, las pirámides solitarias a las afueras de El Cairo o el metro de Nueva York, entre otros sitios.
Son estampas que quedarán en la historia a partir de la pandemia del Covid-19, una en la que los ciudadanos tenían prohibido pisar la calle por ningún motivo, salvo cuestiones de emergencia como abastecimiento de víveres, compra de medicinas o atención médica.
"Esto nos ha hecho conscientes repetidamente de la importancia que el espacio público tiene en nuestras vidas, que estaba eclipsado por la rutina", explicó José María Ezquiaga, académico de la Universidad Politécnica de Madrid, al mostrar algunas de estas imágenes en su ponencia virtual.
Los posgrados en sustentabilidad del ITESO (las maestrías en Ciudad y Espacio Público Sustentable y en Proyectos y Edificación Sustentables) convocaron al conversatorio virtual "Cuarentena: de la distopía a la ciudad que queremos", en el que participó el arquitecto español por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid.
"Para entender en qué medida las enfermedades han conformado el urbanismo, tenemos que remontarnos a las pandemias anteriores", explicó Ezquiaga.
"Gran parte de nuestras casas no están en condiciones óptimas para habitar un confinamiento de esta duración.
"No hemos tampoco sido conductores de automóvil. Todos nos hemos convertido en peatones. Este cambio de actitudes seguro provocará cuestionamientos de reordenamiento del espacio como: ¿es tan importante el automóvil para que lo prioricemos en nuestros proyectos de urbanismo tanto como ahora? ¿Nuestros espacios públicos (parques o banquetas) sirven a nuestros propósitos?".
El urbanismo, afirmó, en buena medida se creó del cambio de la ciudad premoderna y feudal a la industrial por la concentración de trabajos. La acumulación masiva de personas y sus necesidades moldearon las ciudades, pero también sus enfermedades.
A partir de la peste del siglo XVI se reglamentó en lugares como España la cuarentena asistemática. Se dividían y clasificaban en grupos de calles, manzanas, barrios o distritos.
"Se cuidaban los movimientos, se reglamentaban hasta los más mínimos detalles. Quién entra, quién sale, quién se contagia. El primer ensayo de un control público de la salud".
La viruela fue terrible entre los siglos XVI y XVIII, al grado que prácticamente la mitad de la población europea tenía marcas en el rostro. Al ser época de conquista, esta enfermedad acabó con culturas enteras en América, pero también fue una de las primeras enfermedades en tener vacuna.
El cólera destacó la necesidad de tener alcantarillado en ciudades como París y Londres. En el siglo XIX había muy poca superficie por habitante, de modo que se compartían lecho, calle y enfermedad.
"El doctor John Snow, anestesista y precursor de la epidemiología, hace algo muy básico con lo que diría que es padre de los urbanistas. Sale a la calle a tomar nota de dónde se producen las defunciones, mira los inventarios y realiza un mapa con puntos en torno a los inmuebles donde hay más muertes. Observa que se abastecen de agua de una fuente específica, manda a cerrarla y la epidemia desapareció en los barrios marcados.
"Un urbanista no debe olvidar el hecho empírico de observar qué hace la gente sin prejuicios previos, antes de leer libros".
La tuberculosis es la enfermedad que dominó en Europa en el siglo XX. "Destacó la proliferación de casas hacinadas y pensiones colectivas en condiciones higiénicas espantosas. La tuberculosis se combate con arquitectura y urbanismo. Se curaba en terrazas, con una arquitectura que permitiera al paciente baños de sol y aire que purificara sus pulmones".
Ezquiaga reafirmó el pensamiento de muchos arquitectos de "renunciar a la ciudad malvada y construir una vida social en el campo, un pensamiento muy presente en el mundo artista que va desde escritores como Charles Dickens hasta la hiper densidad en películas como Metrópolis. La ciudad es vista como invivible, insana".
Cuando el automóvil se hace dueño de la ciudad cambia el concepto del espacio público.
"El espacio público se toma de menor rango porque no tiene techo, pero debe ser arquitectura y debe dársele la misma importancia. El urbanismo planeado desde arriba es imposible. Debe ser de abajo a arriba con una cercanía a las problemáticas de las personas, con una visión real de cómo se vive y qué se necesita primero. Una arquitectura que unifique y que eche mano de la propia comunidad".
No se trata de disolver las ciudades y volver a vivir en entornos rurales, explicó, sino que se trata de fortalecer a las pequeñas comunidades.
"Que crezca la periferia es el problema, pero la respuesta está en la contención. Una gobernanza y planeamiento para crecimientos continuos. La respuesta no son apartamentos de 15 plantas. Se pueden hacer de cuatro plantas y lograr consistencia y aprovechamiento del espacio. Que no se reproduzca más un crecimiento en metástasis y desorganizado".
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